Ya sabemos que las cosas no son fáciles para los jóvenes que quieren independizarse y tener su propio hogar o familia. Así que hoy te traemos unos cuantos consejos para hacer más llevadera la convivencia con tus padres si ya eres un adulto, bien porque no puedas independizarte, bien porque hayas tenido que volver tras intentarlo.
No eres un bicho raro
Por suerte o por desgracia, en España es de lo más habitual vivir con los padres incluso si rondas los 30. Según cifras oficiales de 2020, el 55% de los jóvenes de entre 25 y 29 años conviven con sus progenitores. Una cifra bastante más elevada que las que se pueden ver en otros países de nuestro entorno europeo, pero que nos lleva a un manido refrán: mal de muchos, consuelo de tontos. Si la mayoría puede, tú también.
Echa una mano en casa
Este punto no haría falta ni comentarlo, pero nunca está de más darle una vueltecita a ciertos temas. ¿No te haces ni la cama? ¡Muy mal! Que vivas en casa de tus padres no significa que vuelvas a tener 6 años. En cualquier casa siempre hay cosas que hacer. Colabora en todo lo que puedas y demuestra que eres un adulto funcional. Y, por supuesto, encárgate de tus cosas. Lava y plancha tu propia ropa, limpia tu habitación, etc.
Si puedes, colabora económicamente
Sabemos que es una cuestión complicada, porque en muchos casos es un tema espinoso y el propio motivo por el que se vive con los padres bien entrada la edad adulta.
Pero si estás trabajando, intenta colaborar en casa o, al menos, no suponer un gasto extra para tus progenitores. Seguro que ellos te acogen de mil amores y, por supuesto, cada casa es un mundo. Puedes ir a la compra de vez en cuando o correr con algunos gastos para el mantenimiento de la casa.
Intenta salir con frecuencia, pero sin pasarte
Salir y relacionarte con otras personas de fuera del entorno familiar siempre es una buena opción. Tus amigos, tu pareja, tus compañeros de trabajo… es positivo relacionarse con diferentes personas. Pero siempre con cabeza y sin dar lugar a que te digan aquello tan recurrente de: “¿Tú te crees que vives en un hotel?”
El diálogo y la flexibilidad, la clave para que todo fluya
Este punto es adaptable a todas las situaciones, pero sobre todo si ya has tenido que volver tras haber intentado independizarte o haber estudiado fuera.
Cuando vivimos solos cogemos nuestros propios hábitos y manías, lo que es totalmente lógico, y aprendemos a hacer las cosas a nuestra manera, que no siempre encaja con cómo las hacen nuestros padres. Para que la relación fluya como debe y salten la menor cantidad de chispas posibles, es importante establecer unos límites relativos a la convivencia, a la organización del día a día y a la intimidad de cada uno.
Respeta sus normas: recuerda que estás en su casa
Vale, también es la tuya. Pero, sobre todo si has tenido que volver después de haber estado viviendo fuera, ten en cuenta que es su casa y sus normas.
Por ejemplo, si fumas y ellos no, tenlo en cuenta y evita hacerlo en zonas comunes o que pueda molestarles. Al igual que con los horarios o a la hora de ver la tele. En definitiva, todo está relacionado con el punto anterior: intentar hablar siempre las cosas y establecer unos límites y unas normas que faciliten la convivencia todo lo posible.